Luís María Ansón recordando a Mari Trini

Querida Mari Trini:

Eras la melancolía, la delicadeza, las enlazadas manos, el pensa-miento profundo. Eras la lluvia incesante, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora. Eras la música callada, el temblor de la palabra, los dedos ojivales hechos para dar de comer a las estrellas.

Te tuve muchas veces en el periódico en actos, en cenas, en oropeles y parafernalias. También en largas conversaciones mano a mano.Tenías un encanto sutil en la mirada y el atractivo del alma que se te asomaba a los ojos. Conocías tus limitaciones y también tus cualidades. Sabías que ocupabas un puesto sólido en la música contemporánea, sin el fulgor de algunos cantantes lanzados al estrellato internacional. Pero ellos eran fuegos artificiales y tú la hoguera estable que calienta y da vida. Se dice ahora que representabas la desesperanza. No es verdad. Tenías el corazón puesto en la realidad y, desde un escepticismo a veces feroz, amabas la vida. Nunca te dejaste contaminar por la política y eso tenía un precio que supiste pagar con indiferencia. Nada enturbió tus sueños. Tu vida se fue desgranando en canciones y sentimientos, mientras la guitarra te hablaba con su voz de profunda madera desesperada.

Te has ido, querida Mari Trini, sin hacer ruido, te has ido como el rocío, cuando mirabas una estrella en tu jardín y su luz se reflejaba en tu piel con alas de cristal, porque tú eras esa y escuchabas palabras escritas sólo para ti, que te hubiera emocionado leer la bella necrológica de Manuel de la Fuente en ABC. Hacía mucho, mucho tiempo que no te veía, que no hablaba contigo. Estoy seguro de que somos muchos los que te hemos acompañado, con lágrimas en el corazón, al cruzar la oscura penumbra del más allá, ligera de equipaje como Antonio Machado, con el alma desnuda como las hijas del mar.

Luis María Ansón